![]() |
Mis inicios en un matrimonio moderno cuckold |
Capítulo 1
La noche de bodas.
Es una anécdota incuestionable que al llegar a casa después de nuestra primera cita, cuando mi madre me preguntó el resultado de conocer a mi “amigo”, mi respuesta fue “me le caso”. Primera cita en la que conocí a quien se convertiría en mi esposo, y que sin saberlo ni planearlo en esa primera cita para conocerle, terminé sin ropa interior sentada sobre él en el asiento del conductor, probando lo que hasta ese día era algo desconocido para mí, un buen polvo.
La reacción de mi madre fue una inmensa carcajada debido al sorpresivo comentario de mi parte, desconocido para ella en su momento y hasta el día de hoy (espero) es que en ese instante mientras ella reía de oreja a oreja, por mis muslos escurrían las pruebas inequívocas de una sesión de sexo desenfrenado sin la más mínima protección ni cuidado.
La pasión nos desbordó al regresar de esa cita. Es asombroso pensar que, siendo tan tranquila como solía ser, me atreví a comerte a besos, desnudarme y cogerte, porque SÍ, corazón, yo te cogí; y sin dudarlo dos veces, me dejé llenar de semen sin saber siquiera si estaba en mis días fértiles o no.
Además, ¿cómo olvidar que todo esto ocurrió a la vuelta de mi casa? En una noche tranquila en la que, sin dudarlo, muchos se dieron cuenta de lo que ocurría dentro de aquel oscuro vehículo.
Lo siguiente que recuerdo son tres citas en los tres días siguientes, cada una más intensa que la anterior. Y sí, en ninguna de ellas había un solo condón a la vista. Aun sin saberlo, estaba explorando uno de mis fetiches más intensos en este mundo de desenfreno sexual en el que vivía: anhelando, secretamente, quedarme embarazada.
Contigo descubrí que me encantaba comer la fruta prohibida, porque he de mencionar que tú tenías una relación corazón, relación la cual culminó por muchos y distintos factores, dentro de los cuales me gusta imaginar que tuvo mucho que ver las muchas noches de pasión alocadas que tuvimos, mis videos masturbándome viendo tus fotos mientras gritaba tu nombre hasta alcanzar el dulce orgasmo.
Fruta prohibida que tanto disfruto cada vez que puedo en el presente, y es que no hay nada más rico que un hombre casado, madurado y caliente.
Ya sin mayor preámbulo regresemos al centro de atención para esta nuestra primera aventura como esposa con permiso, u Hotwife como le diríamos en inglés (les vendrá bien recordar este dato más adelante, yo sé por qué se los digo).
Nuestra boda fue algo totalmente familiar, menos de 40 invitados, un evento posterior en una de las haciendas de tu familia. Llegado el momento, nos escapamos a nuestra reservación en la playa, en un hotel de un amigo de tu familia. Me cambié ropa en el camino, es decir, me desnudé dentro del vehículo, algo ya completamente normal para nuestra relación en ese momento. Me puse un vestido corto, en toda regla un puti vestido blanco sin ropa interior y unas cuñas de yute y manta blanca.
Nos registramos en la suite principal con vista directa al mar, al lado de la piscina principal donde no puede evitar darme un taco de ojo a un par de americanos tomando cubas libres en la piscina, uno era el típico gringo que esperas ver, alto, esbelto, medio rubio, entre sus 40 años; el otro era un moreno de color intenso con una mirada que devoró cada escaso centímetro no cuerpecito por mi intento de vestido para señora casada.
Te pedí que nos cambiásemos ropa y fuéramos directo a tomar algo a la piscina, sin duda culpa del insufrible calor que hacía en la costa o quizá culpa del calentón que el taco de ojo me propició, nunca lo sabremos. El punto es que me preparé para matar, estrenando un biquini especial para la ocasión, unas dos piezas blanco, en su parte inferior era un diminuto triángulo frontal, mientras que en la parte posterior no era nada más que un hilo de tela blanca que formaba una “Y” en donde mi espalda terminaba e iniciaban mis nalgas.
Mientras que para ti corazón, te di un bañador a juego con tu nuevo cinturón de castidad de metal, con el cual diste el “sí, acepto” horas antes; en retrospectiva creo que fue un inicio ideal a nuestro matrimonio el hacerte estar en nuestra boda en castidad y encerrado. Hice caso omiso a tu preocupación porque se notará tu cinturón sobre tu aparatito, nos dirigimos a la piscina en donde mi culo fue el centro de atención el resto de la noche, nos hicimos amigos de todo mundo, incluyendo los americanos con quienes compartimos un par de tragos y que abiertamente creo que trataban de emborracharnos, cosa que lograron.
Mi calentón era tanto que descaradamente me dejaba rozar sus paquetes en mi trasero, paquetes que debo mencionar se marcaban tan rico sobre sus “calzonetas”, al ya no poder más con la calentura y siendo aún dueña de mis acciones te exigí que nos retiráramos a nuestra suite a consumar nuestro matrimonio. La borrachera era tal que ni cuenta te disté cuando al despedirme de los americanos (quienes ya para esas horas eran los únicos en la piscina) les restregué mis pechos al abrasarlos y le di besos muy cerca de sus bocas, acto que el moreno no desaprovechó tomando prisionero mi culo con ambas manos, fugaz deleite que me mandó directo a la luna de excitación.
Mi estado de ebriedad debió ser considerable, sin hablar del tuyo, pues nos costó llegar a nuestra suite, al entrar me sentí tan mal que pedí me esperases desnudo en la cama mientras me daba un baño rápido, tan rápido que solo fui consciente de mí desnudes y mi calentura durante el agua golpeaba mi cuerpo.
Tomé una toalla y sequé lo que pude de mi cuerpo, pues había partes que, por más que intentase, me sería imposible secar del todo. Salté sobre ti en la cama con la emoción que solo una mujer en mi estado de ebriedad y calentura puede comprender. Muy a mi pesar y mala suerte estabas tan dormido que no reaccionabas a mis palabras ni a mi cachetada, qué estúpida fui, como pude olvidar que te duermes con facilidad al tomar de más, esto no me va a pasar a mi dije en voz alta, saque de mi maleta un dildo de considerable tamaño e inicie con un inmenso frenesí una masturbación salvaje, el primer orgasmo llegó bienvenido a los pocos minutos, orgasmo que solo sirvió para derramar la gota del vaso de mi calentura y decir otra vez en voz alta para ti y para la habitación “qué diablos, si esto es lo que tanto querías hoy te lo voy a cumplir, te van a consumar el matrimonio”
Con una claridad y seguridad que sin duda alguna eran propiciadas en su totalidad por el alcohol, me dispuse a tomar el bikini, ponerlo sobre la humedad de mi cuerpo y cómo pude salir de la suite en busca de los americanos, decidida a ser su puta por el resto de la noche.
Ambos, al verme, y entre su corto español y mi inexistente inglés, comprendimos a miradas lo que mi solitaria presencia significaba. Sería media noche sin el personal del hotel presente, semidesnuda y pasada de copas; la noche estaba a punto de arder en llamas sin mayor testigo que las olas del mar, o al menos eso creíamos.
Sentada en las primeras gradas de la piscina, me encontraba rodeada por ambos machos sedientos de probar mi excitación. Mi boca divagaba entre un trago ron y los labios del macho en turno que no estuviera devorando mis pechos, ¿la parte de arriba de mi bikini? Si lo encuentran, me avisan, ya que hasta este día no lo he vuelto a ver.
Quisiera decirles que la lucidez llegó a mi ser, que reaccione y desperté de ese sentimiento involuntario de lujuria, pero no, al terminar el ron se terminó de sellar mi destino, guiada por mis machos mis manos emprendieron expedición hacia sus vergas, sabrosas, enormes y duras vergas, palpitando en las palmas de mi mano, fue un cosquilleo diferente en mi interior el saberme ocupada en ambas manos por vergas, sería la primera de muchas experiencias con más de un hombre a la vez, pero claro eso era imposible de saber en ese momento.
Encaminada por el ron y en mi nuca la mano ágil de mi amigo el morenazo, me encontré cara a cara con la verga más descomunal que hasta este día he visto y tenido la dicha de probar, sin ser dueña de mis acciones ni queriendo serlo abrí mi boca y degusté con mi lengua la inmensidad longitudinal de aquella verga, aún ahora dos años después escribiendo estas breves líneas me encuentro humedecida recordando y añorando aquel excepcional trozo de carne.
Por su parte el gringo muy caballeroso al notar lo incómodo de mi posición, me guio en peso hasta ponerme en cuatro, cosa que hubiera agradecido de no estar mi boca atareada con tan sabrosa y venuda verga de chocolate, más tardó este pensamiento en cruzar mi mente que mi amigo en apartar a un lado la inexistente tela del hilo y hundir su boca contra mi culo, debieron ser un par de minutos, no más de cuatro quizá, pero fueron una experiencia sin igual el estar devorando una verga mientras una lengua desconocida se adueñaba de cada rincón de mi culo.
Hasta ese momento de mi corta vida como mujer casada jamás había experimentado sentirme poseída por un macho, el sentirte un objeto para su placer, meramente ser usada. Pues esa noche en la piscina de aquel hotel eso estaba por cambiar, cinco fueron los segundos que le tomó apartarse al macho que estaba con su cara sumergida en mi culo, para clavarme su verga en mi interior sin preguntarme si quería, o podía, si me estaba cuidando de un embarazo o quería usar condón, tampoco creo que le importaba saber que esa noche yo estaba en mis días fértiles.
No, ese momento estaba más allá de cualquier permiso o palabra, su miembro, en aquel momento era dueño completo de mi ser, y aun cuando este era de un grosor normal (recuerden que yo estaba acostumbrada a penes pequeños hasta ese momento) a pesar de ello me sentí estirada de pared a pared, de no ser por la verga en mi boca creo que habría despertado a medio hotel aullando de placer como perra en celo.
Fue un frenesí brutal de meter y saca por no sé cuánto tiempo, solo me fue posible medirlo por cuántos orgasmos me robó su verga, 4 en pocos o muchos minutos, mismos minutos en los que intenté y fracasé repetidamente de meterme el grosor completo de la verga de chocolate en mi boca.
Y como ya era costumbre en esa noche, sin preguntarme ni pedir mi opinión o permiso, mi amigo, el que me estaba perforando empezó a descargar disparo tras disparo de semen en mi interior, podría jurar que fueron 8 a 9 disparos que inundaron de calor mi vientre y mi vagina, entre sentirme llena de semen y escucharlo gemir y bufar de placer no puede evitar tener otro orgasmo, resultado de sentirme usada, esta vez fueron los testículos de mi morenazo los que apagaron mis gritos de placer.
Debo confesar que la intensidad de ese orgasmo fue culminante, acarreó consigo una oleada de lucidez, un ápice de claridad en mi mente que me llevó a preguntarme si lo que estaba haciendo estaba bien, fueron segundos en los que esos pensamientos se alojaron en mi cabeza, pero fue lo suficiente para querer parar aquella locura, y lo habría hecho de no ser por una enorme mano pesada que se apoderó de mi cabello para levantarme de entre sus piernas y de un empujón arrojarme de espaldas al suelo.
Conmocionada por la violencia, sin saber cómo reaccionar no tuve más que dejarme hacer como una muñeca de carne, cualquier resistencia (si es que hubiese querido) de mi parte sería inútil considerando que aún estaba débil por mi último orgasmo y de por sí un poco desubicada por el alcohol.
Recuerdo perfecto el tacto de sus manos en mis muslos, abriéndolos de par en par con un arrebato tremendo, como si su vida dependiera de ello, como si el penetrarme era la urgente cura a su enfermedad mortal. El momento de la realización del suplicio que estaba por venir fue cuando él guio la cabeza de su descomunal verga a la entrada de mi vagina, la cual siempre ha sido de por sí estrecha, de labios escasos, y considerando que estaba a punto de ser atravesada por la verga más descomunal que jamás había visto, era de esperar que el terror inundara mi mente.
Él debió notarlo, pues en un movimiento inmediato, con su mano libre tapó mi boca, me vio a los ojos e hizo un gesto de silencio. Mi destino estaba sellado, poco a poco pude sentir cada milímetro de su enorme cabeza mientras estiraba mis labios a dimensiones que nunca creí posibles o normales, no saben cómo agradecí la abundante cantidad de semen que su amigo el gringo acababa de depositar en mi interior, semen que actuó como lubricante facilitando el paso del inmenso monstruo entre mis piernas, y de todas maneras el dolor era tanto que entendí el por qué la mano tapaba mi boca con tanta fuerza.
Pasado quizá un minuto, él se dispuso a terminar de penetrarme; yo hablo poco o nada de inglés, pero tengo buena memoria de sus palabras antes de dar su estocada como un matador en el ruedo. “I’m gonna stretch and ruin your tight married pussy” qué tiempo después mi marido me traduciría a algo como “Voy a estirar y arruinar tu apretada concha de casada”. Suerte para mí que no lo comprendí en su momento, aunque vaya que lo recordaría los días siguientes…
Lo que ocurrió a continuación fue uno de los episodios más oscuros que mi interior ha vivido, lo más cercano que encuentro a describir lo que esa noche sentí es imaginar mi puño cerrado entrando en mi sin mayor cuidado, partiendo en dos mi vagina y borrando cualquier recuerdo de lo apretada que alguna vez fue, chillé a todo pulmón, gruñí como animal herido y puse los ojos en blanco cuando sentí su inmensidad golpear contra las paredes de mi útero; exactamente empujando mi cuello uterino diría mi ginecóloga, si algún día escucharon la frase “reacomodarme el útero” pues eso fue lo que su verga hizo en mi interior.
Quisiera decirles que la experiencia me traumó y marcó de por vida, que aprendí mi lección y no debo confiar en desconocidos, y menos cuando traen inmensa arma entre sus piernas, pero…. La verdad es que me corrí en medio de tanto dolor, sí, tuve un orgasmo que me dejó inconsciente no sé por cuanto tiempo, solo sé que desperté al ritmo de sus penetraciones, debieron ser muchos minutos porque mi vagina se había relajado y el dolor era menor, aunque aún sentía como empujaba mi útero en cada embestida acompañado del ardor que esto generaba y muy a pesar me descubrí excitada, deseando más. Fue en ese segundo que me di cuenta de que no sentía sus testículos golpear contra mis nalgas, en todo este tiempo, y con tanto dolor de por medio, yo aún no era capaz de albergar la totalidad de su mástil erecto.
No sé si fue por orgullo, por instinto o por pendeja, pero sentí en ese momento que le estaba decepcionando al no poder ser una funda completa para su miembro, con las pocas fuerzas que tenía y con determinación empecé a empujar hacia él con cada embestida, el dolor era horrible, hasta sentí que iba a perder el control de mi esfínter con tanto dolor atravesando mi vientre.
Su cara fue un poema al darse cuenta de mis movimientos buscando el resto de su miembro, su cara de poema fue seguido por la frase: “so the Little slutt wants more, I´m gonna fill your womb bitch” traducción: “así que la pequeña zorra quiere más, te voy a llenar tu vientre perra”.
La mano que aprisionaba mi boca pasó en un fugaz movimiento a aprisionar mi cuello asfixiándome firmemente, lo suficiente para apenas poder respirar, pero no tanto como para poder hablar o peor aún gritar, su otra mano tomó uno de mis pechos apretando como si se tratara de una bolita antiestrés, y usando ambos puntos de anclaje para tomar impulso, dio tarea a atravesarme la vida en cada empuje de su inmensidad. De mi garganta salían lo que puedo describir como silbidos producto del inmenso dolor y de la mano cortando el aire que ingresaba a mis pulmones, con cada embestida podía sentir que algo en mí se rasgaba y al mismo tiempo podía sentir su verga avanzar poco a poco hasta que por fin nuestros pubis se golpearon y pude sentir su verga por completo en mi interior.
Mi agresor coronó este momento con la frase: “not everyday I find a slutt that can swallow me whole” “no todos los días encuentro una zorra que me pueda tragar completo”
Extrañamente, sentí que le acaba de dar un inmenso gusto al macho entre mis piernas, como si de un logro se tratase, me sentí orgullosa, una buena puta quizá, este pensamiento me aventó por abismo del siguiente orgasmo, esta vez les aseguro que tanto él como yo sentimos cada contracción de mi vagina, ahora era yo quien lo asfixiaba a él, solo que, de una manera totalmente diferente, tenía su miembro totalmente atrapado entre las paredes de mi interior sufriendo los calambres de mi orgasmo. Creo que esto fue la gota de morbo final que detonó en ese hombre, pues ni bien terminó mi orgasmo, sentí cómo su verga se hinchaba aún más, y cómo iniciaba a eyacular chorros que se sentían como una manguera de fuego dentro de mi ser.
Esto era diferente a todo lo demás, no se confundan, hasta ese punto de mi vida me habían rellenado muchas veces y estaba acostumbrada a sentir el típico calor del espeso y sabroso semen llenarme por dentro, pero esto, esto era diferente, sentí un calor inmensurable llenarme mucho más adentro de lo que jamás experimenté, incluso hoy día, con más experiencia puedo decir que es algo que nunca volví a sentir, y eso que he experimentado mucho jajaja….
Tiempo después relataría a mi ginecóloga parte de esto que sentí esa noche, y ella me explicó, muy sorprendida he de agregar, que debido a su inmenso tamaño lo más probable es que el semen no tuvo a donde ir más que hacia el interior de mi útero y dada la dilatación que provocó las embestidas continuas y la fuerza con la que lo hizo, cada chorro de semen ingresó directo en mi abierto y dilatado cuello uterino sin desperdiciar una sola gota.
Literalmente, si hay una forma segura de embarazar a una mujer, debe ser esta, sin mayor duda. En fin, dejando de lado nuestro flash forward para continuar nuestra historia.
Como si la velada todavía fuera poco, faltaba más por descubrir o sufrir esa noche, lejos de traerme a la realidad con la inundación de calor en mi ser, lo que ocurrió fue que descubrí lo que es enganchar en tren un segundo orgasmo mientras aun estás sufriendo la sensibilidad del primero. Es una sobrecarga sensorial tremenda, algo que solo puedo describir como éxtasis puro.
Por segunda ocasión en esa madrugada quedé inconsciente presa del placer, no me pregunten que ocurrió en los minutos siguientes, volví en sí en los brazos de quien recién había destrozado mi útero y estirado mi vagina de una forma que nunca imaginé apenas unas horas antes, parada en el altar jurando amor eterno a mi esposo, quien creí sería el primer hombre en cogerme ya con mi nuevo título de “esposa”. Delante de nosotros caminaba el gringo de quien tampoco recuerdo su nombre, y no es que importe, pero no sería ni el primero ni el último hombre que pasa por mis piernas sin siquiera saber su nombre.
A pesar de la penumbra noté que no era el camino a mi suite, estaba muy débil para protestar, aparte no sabía si quería protestar, algo en mi cabeza me decía que no podía parar hasta que esos machos quedaran satisfechos. Además, quienes conocemos el placer de coger con una verga enorme, sabemos ese feo sentimiento de vacío que dejan dentro de ti por varios minutos después de cogerte, pues ese preciso sentimiento lo estaba experimentado por primera ocasión en mi vida, un vacío que se sentía desolador, una necesidad por volver a estar completa, una necesidad que comprendí sería saciada de inmediato, pues abrieron la puerta de su cuarto, me recostaron sobre la cama como quien pone un saco de papas en el suelo, acto seguido el negro se dirigió al baño pronunciando palabra que no comprendí ni recuerdo.
Mientras tanto su amigo el gringo se abrió paso en la cama hasta estar sobre mí, solo para encontrarse con que le abrí mis piernas de par en par, algo que comprendió a la perfección como una invitación a seguir violando mi interior, cosa que hizo de inmediato, sin perder tiempo ingresó de golpe en mi vagina, chocando sus testículos contra mi culo, para mi sorpresa; y creo que de él también, no lo podía sentir en lo más mínimo, dio un par de embestidas más y con cara de frustración dijo en voz alta “man you really wrecked her pussy, she’s so fucking loose” “hombre tú de verdad le destrozaste la concha, está tan putamente floja”
Mientras decía esto se salió de mi interior, o lo que quedaba de mi interior, me giro como quien mueve una muñeca de trapo para dejar mi cabeza colgando de la orilla de la cama, mientras eso ocurría el negro salió del baño con un bote en la mano. “let´s splitroast this bitch” “vamos a ensartar esta perra” fue lo único que salió de su boca.
Esta sería mi primera experiencia con hacer gargantas profundas. El ángulo de una cabeza colgando ayuda a alinear la boca con el resto del tracto, facilitando así que en segundos sus huevos estuvieran estrellándose contra mi frente y nariz. Una sensación nueva que no tuve ni el menor tiempo para procesar, pues otra vez tenía un macho entre mis piernas, solo que esta vez eran sus dedos los que hurgaban entre mis labios abultados y mi clítoris inflamado por el exceso de roce en tan corto tiempo.
Creo de fiel manera que, en un intento de hacer más placentera la experiencia para mí, quizá por lástima, el negro me lubricó antes de volver a calzarme su enorme verga. su embestida inicial fue tan dolorosa como reconfortante, al fin volvía a sentirme llena, completa, al fin me sentía cumpliendo mi propósito esa noche. Quizá estuve consiente aguantando las embestidas de ambos por al menos unos 15 minutos, después perdí la noción del tiempo y mis recuerdos de la noche son borrosos, solo sé que los orgasmos huían de mí, quizá por el esfuerzo mental que suponía no ahogarme con cada embestida en mi boca y coordinar la cogida que me estaban dando en mí ya destruida concha, quizá porque llegué al límite de lo que podía dar, nunca lo sabré.
Cuando desperté, vi el reloj y eran casi las 5 a.m, el dolor en mi cabeza era casi tan fuerte como el dolor en mi garganta, piernas y vientre. Los hechos de la noche me golpearon de frente al notar un cuarto ajeno al mío; asustada vi cómo seguía desnuda junto a dos desconocidos. Como pude me levanté de la cama notando dolor inmenso en cada parte de cuerpo, como quien corre un maratón, pensé en mi esposo, en que debía regresar pronto antes que despertase, y mierda, tenía que regresar a nuestra suite antes que llegara el personal del lugar, pues no veía mi biquini por ninguna parte.
Por primera vez en horas abrí algo que no fueran mis piernas, la puerta, vi la costa libre y salí a paso lento caminando como bebé escaldo, pues mis labios vaginales me ardían, tenía una taquicardia inmensa, presa de la adrenalina de estar desnuda por los pasillos del hotel; y quizá en parte por la inmensa goma que sin duda estaba iniciando. Al llegar al área de la piscina y ver que seguía despejada, di una búsqueda rápida con mi mirada; sin embargo, ni rastros de mi bikini, solo unas botellas vacías de flor de caña y suprema verde (combinación que jamás volveré a hacer).
Algo sí encontré, una mancha rara seca de color carmesí, justo en el área donde ocurrió todo. Más no pude dedicar mayor atención, pues el ruido de una persona caminando me obligó a tomar paso acelerado hacia las gradas de nuestra suite. El momento canónico de la velada llegó justo cuando di el primer paso de las gradas, una punzada de dolor en mi esfínter me hizo doblarme, no, no, no, esto no puede ser, traté de reponerme y subir rápido a pesar del dolor, entré a nuestra suite, vi a mi esposo aun dormido ajeno a todo lo que su esposa pasó al consumar el matrimonio.
Me fui directo a la ducha, ahí abrí la regadera, me acurruqué en una esquina recibiendo el agua sobre mi cabeza, no pude evitar llorar mientras las imágenes de toda la noche pasaban por mi mente, y por más que intenté no puede recordar haber tenido sexo anal esa noche, es algo que nunca había intentado y que me parece desagradable la verdad. Volví a revisar cada momento en mi mente, y sin darme cuenta mi mano estaba sobre mi clítoris, intentando estimularlo a pesar de lo lastimado que estaba. Fue alto totalmente inconsciente mas no podía parar, quería parar, me daba asco por estar excitada recordando lo que viví, pero no pude parar…. Aun cuando mi mano se manchó con restos de semen y sangre, y como no, estaba sangrando por un desgarre interno, aun con todo eso no pude parar.
Esa mañana, en aquella ducha, algo en mí se rompió, ósea, aparte de lo físico, algo en mi cabeza hizo clic y desató cosas que a la fecha no puedo controlar y no inicio a comprender, ni después de más de dos años. Terminé masturbándome, metiendo cuatro dedos en mí mientras lloraba y recibía un orgasmo. No tengo cara para defender mis acciones de esa noche y mucho menos las de ese momento en la ducha, pero la claridad que viene después del orgasmo me ayudó a darme cuenta que sentía algo atorado en mi culo, aparte de sentir un ardor tremendo en mi esfínter, sentí algo aprisionado, con miedo dirigí mi mano mientras giraba mi cadera.
Malditos, mil veces malditos, no bastando con que me cogieron por anal mientras estaba inconsciente, me dejan un condón atorado en el culo, sí, encontré un condón usado atorado en mi culo, y por el tamaño estaba casi segura que fue el gringo, bueno eso y el hecho que podía caminar con semi normalidad, cosa contraria de haber sido el negro quien me cogiera por la puerta trasera. Al menos tuvo la decencia de solo destruirme un agujero. Con ese pensamiento retiré el condón de mi interior, sorpresa otra vez, estaba lleno de semen, qué raro no….
Tiré al basurero la evidencia de mi sodomía, me terminé de duchar con mucho jabón tratando de lavar la experiencia de mi cuerpo. Por suerte traje nuestro botiquín de medicamentos, una esposa ejemplar, tomé dos salvadol migraña junto con un ibuprofeno para calmar mis dolores, apliqué pomada para quemaduras en mis labios vaginales y esfínter, me puse una camisa de mi esposo y uno de sus bóxeres para regresar a cama con él.
Solo quería dormir y borrar todo lo ocurrido, quizá era la goma, quizá la culpa, pero me sentía mal, muy mal. Desperté cómo a las 11 a. m. mi esposo no estaba, pero noté un exceso de humedad en mi entrepierna, mierda, eso no era normal. Llegué como pude al sanitario, bajé el bóxer y me encontré con lo único que podía tener lógica: semen… semen rezagado que estaba saliendo poco a poco de mi útero. Mierda, estaba fértil esos días, como pude ser tan idiota en mi verguera para no pensar en eso, y es que en nuestros planes estaba el implantar un DIU en mi útero para no quedar embarazada, por el momento tomaba las pastillas anticonceptivas, pero no eran cien por ciento efectivas ni yo me recordaba a diario de tomarlas. ¿Cómo pude ser tan tonta? Ni modo a lo hecho pecho y por pendeja, esas fueron mis palabras de confort.
En esos pensamientos me encontraba cuando escuché a mi esposo ingresar a la suite, venía con alguien más, pude comprender que era alguien de servicio y que dejó algo sobre nuestra mesa del comedor.
-cariño, ¿estás bien?
-si amor estoy el baño, no te preocupes.
- ok amor, yo vengo fatal. Nos pedí desayuno a la suite, estoy con una goma terrible y me siento mal por haber tomado de más en nuestra noche especial.
- Amor, no te preocupes por eso, que yo también me excedí.
-sabes, me comentó el camarero que se armó en grande esta mañana en el hotel, recuerdas a los gringos, pues esta mañana los echaron fuera.
- y eso amor? – el miedo me invadió, y claro recordé que había una cámara cerca de la piscina, doblemente tonta.
- pues después que nos fuimos ingresaron a una puta al hotel y se la cogieron en la piscina, después en la habitación e hicieron tanto ruido que los vecinos se quejaron esta mañana.
- juela qué yuca, amor. – Maldita sea, al menos estaba libre de problemas, ellos que coman mierda, pero al menos evité el escándalo y solo fui confundida por una puta cualquiera que contrataron para destrozar, si supieran….
Jamás podría imaginar todo lo que esa luna de miel desató en mí y en nuestras vidas, creo fielmente que esa noche mi cabeza creó un alter ego para poder lidiar con lo fuerte de lo que ocurría, y desde ese día mi alter ego se pelea contantemente por el control de mi vida, batalla que cada vez pierdo más y más.
Nuestra luna de miel siguió con normalidad, a diferencia que te pedí nos retirásemos ese día del hotel para continuar nuestro tour de pueblos vivos, sabías que llevarme la contraria era inútil, te preocupaste por mí, pero no tenías como atar los cabos de que me ocurría, quizá pudo ser extraña mi falta de interés en el tema sexual, pero no tenías forma de saberlo, ese día camino a Ataco te retiré el cinturón de castidad y te masturbe mientras manejabas, no tenías la culpa de lo que ocurrió y te merecías al menos un orgasmo que tanto habías esperado por semanas…
Pasaron meses antes de que te comentara lo que realmente ocurrió ese día, meses en los que asimilé todo y lo saqué de mi sistema. Me comprendiste, quisiste apoyarme y, sin que lo supieras, tu amor me sanó. Al fin comprendiste por qué fuimos de emergencia con la ginecóloga al llegar a Santa Ana, comprendiste el porqué de mi tratamiento para una “infección vaginal” y mis dolores por toda una semana.
Yo, por otro lado, abracé a mi alter ego en esos meses, me hice su amante y copiloto de fantasías, descubrí que muy a mi pesar lo que esa noche quedó grabado en mi mente fueron fetiches nuevos, quizá cosas que antes consideraría locuras. Desde entonces me excita que me asfixien mientras me cogen duro, fantaseo con ser tomada por la fuerza, veo porno con temática de violación y el fetiche que más me preocupa es uno que creció exponencialmente después de ese día, y fue el morbo de salir embarazada producto de una noche de locura mientras mi cornudito está encerrado en castidad. Ese es quizá el miedo más grande que tengo al día de hoy, que algún día sucumba a este ultimo y oscuro capricho de mi alter ego.
Y si bien en más o menos 20 días mi vagina volvió a ser la misma de siempre, comprendí la frase de la porno interracial que dice “once you go black, you cant go back”, ósea, “una vez que pruebas lo negro, no puedes volver atrás” y es que no he podido evitar el buscar las vergas más grandes que encuentro a mi alcance para poder llenar el vacío que desde ese día porto en mi interior.
Puedes seguirla en X: @ExhibicionistB
Y en su Onlyfans: https://onlyfans.com/onlyfa1